¿Qué hay detrás del discurso infantilizante de los medios?

La era de la globalización, el avance tecnológico y la existencia de una cultura de la imagen han ocasionado que los individuos cada vez sean más apáticos a la información extensa, pues tal como lo afirma Nicolás Carr: “mientras más se usa la red, más trabajo cuesta permanecer concentrado cuando se trata de textos largos”.

Precisamente, este fenómeno representa una gran oportunidad para los medios de comunicación. De hecho, éstos son bastante acertados al considerar que mientras más sencillo sea el mensaje, más eficaz será y conllevará a unos efectos dominantes en mayor grado. Por tal motivo, los medios se han dedicado a elaborar narrativas a partir de los discursos infantilizantes sobre los cuales hace referencia Ignacio Ramonet.

Estos últimos se refieren específicamente a aquellos discursos que cumplen con las características de un lenguaje dirigido a los niños, es decir, que se compone en gran parte de emoción, sencillez y brevedad. Se trata de una narrativa totalmente comprensible, con un lenguaje coloquial, universal y que emplea unos códigos comunes que puedan ser comprensibles por todos, pero que cumplen con unas características especiales. Dichos discursos se construyen con el fin de que los mensajes puedan ser comprendidos por toda la sociedad de una manera dirigida, es decir, según los intereses que cada medio posea, a la vez que se pretende subordinar a los individuos e impedir que cada persona pueda reflexionar o percatarse de lo que ocurre a su alrededor.

Según Ramonet este tipo de narrativas cumplen con tres características propias de los discursos infantilizantes: la rapidez, la sencillez y la espectacularización o dramatización. En este sentido, es evidente que canales de televisión como RCN O Caracol han adoptado los discursos infantilizantes para transmitir información, pues existe una gran cantidad de información que se transmite de una manera tan fugaz que no existe profundización alguna, es decir, que no produce un efecto prolongado en los sujetos al ser olvidado a la misma velocidad con se transmite. Por esta razón, en televisión, radio o prensa los mensajes son cada vez más breves y de esta manera vemos cómo es desplazada la información relevante por información coloquial, sencilla o mucho más light al estilo de la Cosa política y diferentes secciones de este tipo con el fin de garantizar que los espectadores en lugar de aburrirse puedan entretenerse, sin importar si la información es de calidad o no.

Adicional a esto, esa sencillez también obedece a la tendencia de los medios de ofrecer sólo una versión de los hechos para favorecer o beneficiar a otros. En este caso, la información que transmite RCN está cargada de un marcado oficialismo, donde las noticias resaltan la buena labor del gobierno y contribuyen con la imagen del presidente, pero al mismo tiempo desprestigian y atacan a quienes no sean simpatizantes de éste, simplemente con el firme sentido de fabricar una opinión pública a través de la cual sea posible dominar a los individuos.

De igual manera, es necesario mencionar la espectacularización que los medios nacionales e internacionales le otorgan a las noticias. A nivel nacional, esto se vivió con el asesinato del niño Luis Santiago, donde los medios más pequeños se unieron a los principales medios de comunicación del país que como RCN, le imprimieron un gran dramatismo a la situación hasta llegar al punto de conmover al país entero y alentarlo para que estuviera a favor de la cadena perpetua, mientras se atentaba contra la dignidad e intimidad de la familia afectada y se desviaba la atención de hechos realmente trascendentes como la coyuntura económica o los conflictos de carácter político.

Finalmente, cabe resaltar que los medios de comunicación más que emplear un lenguaje infantilizante, están haciendo uso de un lenguaje del poder y de la dominación, en el que se trata a los individuos como niños “inocentes”, fácilmente influenciables o mejor aún, como personas estúpidamente embelesadas, pues lo peor de todo es que la mayoría ni siquiera es conciente de la manipulación a la que se encuentra expuesta a diario, sencillamente por el simple acto de estar frente a un computador, un televisor o cualquier tipo de medio.